viernes, 18 de junio de 2010

V.P: No podrán ni caminar

La juventud, casi infante, desapareciendo ante el impávido golpe de plomo, desvanesciéndose frente a miles y miles de ojos cerrados...


Y las mentes paranoides tratando de igualar el plomo empañando minerales, con los ojos encendidos como antorchas, con los dientes rechinando, impotentes, levantando el puño amenazador irrompiendo en el sosiego del cielo, impregnado de tempestades mal habidas.


Los miro, me miran, nos miramos mil veces... ¿Lo que sostienen con empeño es ese adormecedor de mentes despiertas pero maltrechas? ¿Es el asesino cauteloso y quedo? ¿La droga lisúrgica que tergiversa la visión y desfigura la idea?


Lo es el plomo... ¡Los sesos intratables que no ignoran! ¡Que arrebatan hasta el último aliento! Que extorsionan hasta la última gota de vida...


¡Los juzgo! ¡A ellos! ¡Los soldados de plomo! Y a las maniobras circenses que cubren el espejo entero...conscientes de la pirueta tramposa e infiel...


A ellos, los de corazón de plomo, destartalado y nauseabundo, ¡los juzgo!


A Diego Bonefoi (de 15 años),
Nicolás Carrasco (de 16 años) y
Sergio José Cardenas (de 29),
asesinados por la policía de Bariloche
el 16, 17 y 18 de junio del 2010

Texto por Poyo Skalari

lunes, 7 de junio de 2010

charlas de diván

_Son $50...
_ ¿50?
Él la miró algo enojado. Se sentía usado y probablemente lo era.
_Es lo que salen...son de Brighton...
Se hizo un silencio. Hace menos de un mes, eran mucho más que conocidos desconocidos...
Ella pagó y él le entregó el paquete. Se sentía estafador, nunca le había cobrado nada. Era la primera vez. Pero entonces no eran amigos y había pagado mucho más por ella...
_ ¿Algo más?
_No, ahí estoy bien, gracias...
Él sonrió, cómplice, partícipe de una operación ilegal e hipócrita...totalmente hipócrita y, encima, oportunista.
Se saludaron con la mano, de lejos _darse un beso o estrechar sus manos hubieran resultado acciones mucho más falsas que las que estaban realizando_. Él se alejó, caminando hacia aquel auto de un color blancuzco que cargaba millones de anécdotas, risas y seriedades. Alguna vez, ese auto, había sido un consultorio de terapia.
Abrió la puerta. Se veía tan ajeno...el auto, la puerta, el barrio...él mismo. Se introdujo en éste y, antes de cerrar la puerta, le sonrió, confidente, escondiendo, talvez, nostalgia o enojo o un vago perdón o reproche...
Ella lo miró extrañada, extrañadísima. Se sentía en el auge de una despersonalización absoluta. Ese había sido, durante años, un amigo o un hermano o un psicólogo sin licenciar. Entonces no era nada más que una personalidad anónima y ella no era más que un personaje de ficción, talvez inexistente.
"Los tiempos están cambiando", se dijo para sus adentros...odiaba ese tipo de cambios...había pasado por tantos...y los había sufrido a todos.
Él agitó la mano, por simple cortesía. Habían perdido la amistad, pero nunca el respeto. Ella no reaccionó. Había registrado el saludo, pero no quería responderlo. Temía que ese "adiós" significara "hasta siempre"...
_ ¿No me vas a saludar? _preguntó, impaciente, sin darse cuenta que quizás ese momento se trataba de la última vez que hablara con ella.
Ella volvió en sí y lo miró, en el presente.
_Perdón _le dijo_, no te había reconocido...he cambiado mucho...



Texto por Poyo Skalari